Ascenso y expresión del poder burgués. El palacio.

Durante los procesos revolucionarios que dominan todo el siglo XIX surge con fuerza y adquiere rango de verdad absoluta e incuestionable el siguiente razonamiento. Que todo hombre por medio de su ingenio, trabajo y esfuerzo puede ascender en la escala social.

Esta teoría del poder burgués va a dominar todas las concepciones políticas, económicas y sociales practicamente hasta nuestros días. Aunque en el caso español su repercusiones van a ser muy matizadas como resultado de su tumultuosa Historia en el siglo XIX.

Durante gran parte del periodo en el que España pretende construir un estado liberal moderno, la llamada clase media o burguesa es más un ideal a alcanzar que una realidad con base sólida. Pues la idea de un gran masa de propietarios libres en las que asentar un sólido poder civil no existe.  Asistimos por contra a la unificación de las viejas élites procedentes del Antiguo Régimen con esa Burguesía incipiente que apenas está aprendiendo los nuevos conceptos de oferta y demanda.

Como resultado de esta mezcla va a surgir en la sociedad española del siglo XIX una aleación que implica a la vieja nobleza prerevolucionaria junto con la Burguesía mercantil y los apologetas del nuevo sistema. Esta base social va contraer nada más nacer dos lastres de dificil acomodo. Por un lado la concentración de la renta en estas pocas manos que van a dificultar el desarrollo político y social del país. Por otro las diversas variedades regionales que este movimiento va adquirir por todo el estado proponiendo modelos variopintos de adaptación a la nueva situación.

Pero estas élites van a iniciar, a pesar de sus carencias, un trasvase ideológico, social y moral que se puede concretará y simbolizará en los llamados palacios burgueses. En ellos sus moradores tratarán de conjugar la tradición nobiliaria con los cambios que su estatus político les está brindando.

Para ello será moneda indispensable la ostentación y la vanidad como reflejo del poder que representan. Junto con este aspecto exterior grandilocuente expresado en sus fachadas, en su interior se establecen las nuevas reglas del juego.

El salón es el centro de la órbita que permite acceder al poder y el dinero. En él se realizan fiestas fastuosas, se cierran negocios o conciertan matrimonios que abren las puertas del ansiado título nobiliario término de todos los anhelos de esta nueva mentalidad.

Pero la busqueda de reconocimiento social no puede quedarse en las estrechas paredes de un salón o las gárgolas de una fachada. Por tanto las ciudades sufren una remodelación inspirada por estos adalides del estado liberal que transformará la morfología de ciudades enteras y revolucionará las concepciones y mentalidades imperantes a hasta ese momento.



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